En la primera escena de Le Moindre Geste (1962-1971), la mano de Yves Guignard (“un niño de 25 años”) traza dos figuras y unas líneas de intercambio (¿palabras?) entre ellas, hasta que se siente cansado (“¡Mierda!”) y se detiene. Quizá una de esas figuras representara, de algún modo, a Fernand Deligny. Sobre ese fondo, la voz de Deligny afirma: “Certifico que [Yves] dice palabras que no son mías”. Cualquiera podría pensar, como reconoce Deligny, que las palabras que salen de la boca de Yves son en cualquier caso del propio Yves. Sin embargo, Deligny se pregunta: “¿Por qué las palabras tendrían que pertenecer a alguien, incluso si esa persona las dice?”.
Hay quien dice que, en efecto, hemos caído en un mundo de lenguaje. Un mundo de palabras que no solo nos precede, sino que vendría a constituirnos estructuralmente. Las palabras ya estaban aquí, y nos hacen ellas a nosotros tanto como (y a la vez que) nosotros hacemos cosas con ellas. Aquellos que han pensado cómo funciona el poder en las últimas décadas han situado en el centro de la discusión, asimismo, la noción de discurso. Ahora ya sabemos que el poder no es solo un agente exterior que nos dice qué podemos y qué no podemos hacer, sino que gracias en buena parte a su dimensión discursiva somos nosotros mismos quienes lo reproducimos. ¿Será tan fácil desenredarnos, desatarnos de las palabras, como Yves desata los nudos de sus cuerdas (para volver a atarlos y desatarlos de nuevo, una y otra vez)? ¿Será tan difícil?
En 1948, Deligny funda “La Grand Cordée”, una asociación que acoge en “tratamiento libre” a adolescentes que son remitidos desde instituciones psiquiátricas o de carácter social. “Cordée” (“cordada”) es el término que designa a un grupo de alpinistas sujetos por una misma cuerda. Entre 1968 y 1969, conforma una red de acogida de niños autistas en Les Cévennes. Aquí, fuera de todo marco institucional, y a partir de la observación de las formas de vida autistas (o “mutistas”, como también las llama Deligny) re-crea un mundo que ya no está ordenado por el lenguaje. Donde las palabras (tal vez, o en una posible última instancia) ya no son de nadie. En ese acompañamiento mutuo, que no se sostiene ni en el lenguaje ni en la mirada (los niños autistas no hablan y no les miran), entran en juego otros elementos, como una determinada noción de la imagen o de la escucha que permite una forma de permanencia: “Ellos -insiste Deligny- acabarían percibiéndolo / que nosotros estábamos / ahí / cercanos / nosotros / de carne de sangre y de hueso y tal vez / de otra cosa que no es lenguaje”.
Sin intención ni proyecto. A partir del film Le Moindre geste, de Fernand Deligny
Exposición colectiva
Galería de Arte Contemporáneo Rosa Santos (2013)
Artistas:
Miguel Ángel Martínez, Rafael Tormo i Cuenca y Sara Losada.
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